A veces es necesario chocar en el cemento para darte cuenta lo que esta pasando. Y eso, aunque duela, deja lecciones. Con Darky aprendimos que tenemos que ser más pacientes uno con el otro si no queremos agarrarnos del cuello y estrangularnos mutuamente. Bueno, eso deberíamos saberlo ya, pero a veces uno de olvida de lo importantes que son las palabras. Estaba acordándome de que antes, varios años atrás, solía hacer escritos . Supongo que todo el mundo lo intentó alguna vez. Era mi pasatiempo favorito en las clases del colegio además que me ayudaba mucho escribir cuando me sentia sola y desesperada, de hecho, creo que la costumbre de gastar millones de hojas en palabras y palabras se acabó cuando terminé la secundaria. Quizás también tiene que ver con que mi espíritu se tranquilizó un poco cuando conocí a Darky... No sé... A lo que iba con todo esto es que estuve revisando algunos de esos escritos y encontré un poema triste (creo que eso se mantiene hasta hoy) que me hizo feliz, porque refleja un poco cómo me he sentido por estos días.
No tiene nombre.
Intenté volar
mas mis alas ya se habían marchitado
presas del tiempo,
víctimas del dolor,
enmohecidas entre sueños caídos;
ya de nada servían.
Intenté correr
mas mis pies ya no podían andar
sumergidos entre el lodo y el llanto
en el profundo clamor
de un grito ahogado en la eternidad.
Intenté arrastrarme
mas hallé en lugar del mío un cuerpo inerte,
incapaz de moverse,
inútil entre las llamas que, quemando mi vida,
me amarraban para siempre.
Intenté creerme
fuera del abismo.
Intenté pensarme libre de las sombras.
Intenté imaginar.
Intenté soñar,
mas nunca dejé de caer,
mas nunca logré respirar.
Intenté vivir, mas me equivoqué.
Otra vez erré el camino...
jueves, 1 de enero de 2009
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